CRÓNICAS DE UN SOÑADOR. (Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)
Por el Mtro. José A. Ordóñez González.
Fui un político y periodista mexicano que participó en 1888, en los primeros brotes del antirreeleccionismo.
A principios de 1892, ingresé a la Escuela de Jurisprudencia, donde me uní al movimiento antirreeleccionista obrero-estudiantil, por lo que fui encarcelado por primera vez.
Comencé mi carrera como redactor en periódicos como «El Demócrata» y «El Universal». Más tarde funde, junto con mi hermano Jesús, un semanario conocido.
Por mis ideas ahí expresadas, fui aprehendido junto con mis hermanos en varias ocasiones.
Establecí delegaciones en Cananea, donde logré influir en la huelga de junio de 1906; en Río Blanco y en algunos lugares de Puebla, Tabasco, Veracruz, Michoacán, México y Baja California.
Madero me invitó a colaborar con él, pero me negué ya que siempre taché su lucha de burguesa.
Me caractericé en mi vida y en mi incansable lucha, como un verdadero anarquista, socialista, activista, escritor y filósofo. Y ahora sé que se me considera como una figura importante en el movimiento social que precipitó a la Revolución mexicana.
Los estadounidenses me mantuvieron en la cárcel hasta mi muerte por un manifiesto dirigido a todos los anarquistas del mundo.
Fui hijo de una familia de tradición liberal; el segundo de tres hermanos. Mi madre fue Margarita, hija de hispanoamericanos, nació cerca de la Ciudad de Puebla y mi padre Teodoro fue un militar mestizo con el grado de teniente coronel, avecindado entre indígenas mazatecos, que combatió en contra de la invasión estadounidense, en la Guerra de Reforma, en el ejército liberal de Benito Juárez; mi padre también participó en la batalla del 2 de abril de 1867, bajo el mando de Porfirio Díaz.
Los primeros años de mi vida transcurrieron en el estado de Oaxaca, donde convivía con indígenas de la Sierra Mazateca. A la edad de 8 años emigré con su familia a la Ciudad de México, donde cursé estudios en la Escuela Nacional Preparatoria e inicié la carrera de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, la cual no concluyó.
En 1892 participé de forma activa en los disturbios estudiantiles en contra de la tercera reelección de Porfirio Díaz en la presidencia de México, y colaboré como periodista en el periódico de oposición El Demócrata, dirigido por Joaquín Clausell.
Regresé a la Ciudad de México en 1900 y junto con mi hermano mayor, Jesús, fundamos un periódico conocido. Un medio independiente desde donde criticaba la corrupción del sistema judicial del régimen dictatorial de Porfirio Díaz, por lo que en varias ocasiones estuve preso, por la manifestación de mis ideas.
En 1901, asistí al Primer Congreso de Clubes Liberales en la ciudad de San Luis Potosí, desde donde ataqué con rudeza al gobierno de Díaz. En consecuencia, el periódico fue suprimido y fui nuevamente encarcelado.
El 5 de febrero de 1903, junto con mi hermano menor, Enrique, y otros liberales participe en las protestas, colocando en el balcón de las oficinas de El Hijo de El Ahuizote un gran crespón negro en señal de luto y la frase «La Constitución ha muerto» refiriéndonos a la Constitución de 1857, promulgada también un 5 de febrero. Otra vez fui detenido y cuando obtuve mi libertad en 1904, por problemas con el gobierno de Porfirio Díaz, partí con rumbo a Laredo, Texas, exiliándome con mi hermano, mi padre y otros compañeros.
Estados Unidos, volví a publicar el periódico y, en 1905 participe en la constitución de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en San Luis, Missouri. El 1º de julio de 1906 presidí la fundación del Partido Liberal Mexicano, junto con Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera, Manuel Sarabia, Rosalío Bustamante y mi hermano Enrique.
Entre los postulados de nuestro nuevo partido había ideas muy revolucionarias para aquella época, tales como la supresión de la reelección, la supresión de la pena de muerte para presos políticos y comunes, la obligatoriedad de la enseñanza elemental hasta los 14 años, el establecimiento de un salario mínimo, la expropiación de latifundios y tierras ociosas, así como la regulación y reducción de las jornadas de trabajo.
Por no flaquear en mis ideales políticos, fui enviado a prisión en Estados Unidos. Permanecí en los Estados Unidos desde 1904, aunque pasé la mitad del tiempo en prisión, conducido de una ciudad a otra.
Se me considera precursor intelectual de la Revolución mexicana y desde 1906 promoví la lucha armada a todo lo largo de la frontera con Estados Unidos para extender la revolución social al resto de la República Mexicana a través de los múltiples grupos afiliados, la mayoría de manera secreta, al Partido Liberal Mexicano; sin embargo las actividades armadas del PLM no consiguieron influir en el resto del movimiento armado que estalló en 1910.
Simpaticé con la lucha de los campesinos zapatistas en el Estado de Morelos.
El 14 de junio de 1911 fui detenido y acusado junto con mi hermano Enrique, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa de violar las leyes de neutralidad de los Estados Unidos y promover la rebelión de Baja California.
Al salir de prisión en 1914 me incorpore a las tareas de edición de mi periódico. Pero la escasez de recursos provocó que la publicación del semanario se suspendiera a finales de 1915. Para entonces ya había muerto Anselmo L. Figueroa y decidió trasladarse con un grupo de compañeros a una granja ubicada en el distrito Edendale de Los Ángeles, en donde pusieron en práctica sus ideales.
El 18 de febrero de 1916 fui nuevamente arrestado en Edendale junto con mi hermano Enrique, acusados de «depositar material indecente en el correo de los Estados Unidos» en referencia a unos artículos publicados en octubre y noviembre de 1915 en los cuales criticaba la política de Venustiano Carranza. El 19 de febrero fuimos declarados presos, y la corte de Los Ángeles fijó una fianza 3000 dólares a cada uno. Permanecimos prisioneros hasta agosto de ese año, cuando un comité para promover su libertad, impulsado por Emma Goldman y Alexander Berkman, consiguió reunir el dinero de la fianza.
El 16 de marzo de 1918 publiqué en mi periódico, junto con Librado Rivera un manifiesto dirigido a los anarquistas del mundo, el cual motivó que ambos fuéramos encarcelados y sentenciados a 21 años de prisión en la penitenciaria de Mc Neil Island, en el estado de Washington, acusados de sabotear el esfuerzo bélico de Estados Unidos, que en ese entonces participaba en la Primera Guerra Mundial. La acción gubernamental en contra del periódico, formaba parte de la ola de cierres de diarios, obreros y de detenciones de dirigentes sindicales de ideología radical, que se desencadenó cuando los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial en abril de 1917.
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Por mis ideales permanecí la mayor parte de mi vida en prisión. Este es parte de un manifiesto en el cual expreso parte de mi ideología:
“Es deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre sus garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestras compañeras y nuestros hijos; toca nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos”.
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Hasta el calabozo donde permanecía preso, llegó un enviado del gobierno de los Estados Unidos para proponerme un trato a fin de lograr mi libertad y la deportación a México; solo requería que desistiera de mis ideales, pidiendo perdón.
Me habían quitado a mi familia, a mis amigos, mi periódico, mi libertad y todo cuanto poseía, y lo único que no podían arrebatarme era mi dignidad y mis ideales.
Solo pedir perdón, y podía salir libre, recobrarme de mi ceguera y gozar de la vida nuevamente, sólo bastaba una solicitud de perdón.
Y esta fue mi respuesta:
“…nada puede hacerse en mi favor si no hago una solicitud de perdón… Esto sella mi destino; cegaré, me pudriré y moriré dentro de estas horrendas paredes que me separan del resto del mundo, porque no voy a pedir perdón. ¡No lo haré! … No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera mis amigos quizá inscriban en mi tumba: “Aquí yace un soñador”, y mis enemigos: “Aquí yace un loco”. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: “Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas”
Así llegó la muerte a mi celda, la gran libertadora de las tinieblas que me aterraban. Viví para ser libre, y preferí morir para dejar de ser esclavo. Mientras pataleaba y me resistía en aquella celda ese 21 de noviembre, mientras los ojos casi inútiles se me cerraban para siempre como dos portones gigantes, vi con claridad y en un segundo toda mi vida, me sentí libre al fin, recordando mis mejores años, a los viejos camaradas, a mis padres y hermanos. Mori con dignidad.
Se me declaro muerto una mañana del 21 de noviembre de 1922 en aquel calabozo, según las fuentes policiales, a causa de enfermedad, pese a que los informes médicos advertían de gozaba de regular salud.
Un telegrama enviado por la autoridad, respecto a mi deceso, decía: “murió repentinamente a las cinco de la mañana, de enfermedad cardíaca”.
La historia me conoció con el nombre de RICARDO FLORES MAGON “El soñador”.
Y mi periódico se llamó “Regeneración”
De soñador a soñador hago honor a este hombre valiente, que perdió familia, patrimonio, amigos, periódico, todo; pero nunca abdicó en defensa de sus ideales y de su dignidad.
Reconocimientos:
Ayudó al derrocamiento de Porfirio Díaz, buscando su mala fama mediante reportajes publicados en los diarios periodísticos. Irónicamente una vez muerto, el Estado contra el que tanto luchó Flores Magón comenzó a reconocerlo como el gran precursor de la Revolución mexicana. En 1945, durante el marco de la conmemoración del día del trabajo sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres en la Ciudad de México. En 1993, la Cámara de Diputados decretó que se inscribiera en letras de oro el nombre de Ricardo Flores Magón en el muro de honor del Palacio Legislativo de San Lázaro.20 En 2008 el Instituto Nacional de Antropología e Historia con el fin de hacer una compilación exhaustiva de los escritos de Flores Magón, hizo público en Internet el Archivo Electrónico Ricardo Flores Magón.
Al mismo tiempo, el pensamiento y la obra de Flores Magón continuó inspirando movimientos sociales que ha reivindicado el pensamiento «magonista» durante todo el siglo XX21 y aún a principios del siglo XXI22 en México.
Uno de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas de la Zona Selva Fronteriza en el Estado de Chiapas fue bautizado en 1998 «Ricardo Flores Magón» por las comunidades indígenas tzeltales que lo forman. Su cabecera se encuentra Taniperla, donde se realizó un famoso Mural de Taniperla que fue ametrallado y destruido por el Ejército Federal Mexicano al día siguiente de su inauguración. Hasta la fecha, el himno de este Municipio Autónomo Rebelde Zapatista, habla de la lucha y la obra de Ricardo Flores Magón.
Las ideas propuestas en el programa del PLM serían retomados por los hombres y mujeres que se levantaron en armas en 1910 en contra no sólo de la larga dictadura del General Díaz, como el levantamiento armado antireeleccionista de Francisco I. Madero, sino para luchar por Tierra y Libertad con el afán de extender una revolución social a todo el mundo. Parte importante de los postulados del Partido Liberal Mexicano fueron retomados por el movimiento constitucionalista que promulgó la Ley Obrera de 1915 y la legislación mexicana de 1917, e inspiraron el movimiento sindical de 1920.