Durante bastantes años, el fútbol de posesión fue el claro triunfador, con el Barça de Guardiola como bandera de este estilo, y la selección española logrando los mayores éxitos de su historia. A este modelo, le contrarrestó Mourinho, kryptonita del toque con su sistema eléctrico y vertical. Hoy, en la tercera década del siglo, ninguno de estas dos maneras de entender el fútbol son las predominantes. Se ha materializado un híbrido entre ambos sistemas de juego que tuvo un brillante exponente en la Francia campeona del mundo de 2018. Desde entonces, el físico y el vigor se han convertido en las parcelas dominantes, y cada temporada va a más.
Lo sabían en Barcelona y ahora también lo saben en París tras la ocurrencia de Mauricio Pochettino de sacarlo del campo sin haberlo pactado con anterioridad. Un gesto vale más que mil palabras y la cara de incredulidad de Messi cuando vio el cartelón con su dorsal en el minuto 76 era la antesala de la tormenta que se avecinaba a orillas del Sena. El rosarino se negó darle la mano al técnico, que se vio obligado a dar explicaciones públicas.
«Se acercan partidos clave y debemos protegernos. Las decisiones las tomamos por todo el equipo. Creo que todo el mundo sabe que tenemos muchos grandes jugadores, con una plantilla de 35 hombres. Tenemos que tomar decisiones», se justificó Pochettino, que ya es consciente de cómo se las gasta su compatriota. Messi apenas celebró el gol del triunfo de Icardi, reaccionando con mucha frialdad, y no se sumó a los festejos del equipo con sus aficionados.
Por Rose Willis